Ojalá llegue el día en que el fuego del caos consuma las salas donde no existe el tiempo.
Así comienza todo. Con esa idea nada más.
Esgrimir el fuego del caos es la tarea más noble a la que podemos aspirar, porque esa energía habita en nuestros corazones, indistintamente de las cosas que haga o no Prometeo.
¡Qué maravilla sería!
Una catarata, primero azul y espumosa, se vuelve multicolor, y las piedras se derriten y caen al suelo, como sendas gotas de agua. El río grita con una alegría salvaje, se vuelve verde, le crecen escamas, salta y comienza a danzar en el aire, mientras mira al mundo con sus ojos encendidos en cólera.
Eso ojos brillan con un único y maldito resplandor, y son capaces de ver mil cosas al mismo tiempo, y sin embargo no entender nada. El día en que sobrevuele un campo de centeno, será el día en que pueda retornar al río.
Y en el mismo momento en que las aguas de la serpiente hierven, y el río de tinta crece, una flor con brazo de culebra se yergue frente a una orquesta, al borde de un acantilado y con el mar de testigo.
¡Si tan sólo vieran! La rosa mueve las culebras que tiene por brazos, y de sus pétalos brota el polen, que grita de Purísima alegría al sentirse en el aire, que es donde le corresponde estar.
La orquesta está constituida por arañas de todos los colores y la melodía se materializa bajo al forma de una telaraña, que arrojan al mar, puesto que así creen que se hace la música.
-¡Infunda romance a la locura- gritó la rosa con brazos de culebra.
Y las arañas tejen más rápido, arrojando las hebras al mar, y el mar las atrapa, las mira, las acaricia, las besa, las abraza, y las devuelve al aire para que se queden flotando. El sol, que a pesar de que es de noche jamás se perdería el espectáculo, mira con su único ojo todo eso, y llora de la emoción. Pero las arañas gritan de horror ¡Las lágrimas del sol caen a la tierra, bajo la forma de terribles bolas de fuego! Por lo que comienzan a tejer un hilo más duro, más resistente, más glorioso.
Esta nueva telaraña es tendida sobre el acantilado y sobre el mar. Las lágrimas del sol impactan contra ella, pero nada sucede. La rosa con brazos de culebra y la orquesta de arañas continúan con la música, pero esta vez acompañados por un grillito que, escondido tras unas plantas, ejecuta débiles pero hermosos sonidos.
El concierto termina y todos regresan a sus casa. Las arañas enfilan hacia un bosque tenebroso, porque toda araña que se precie de ser una araña digna tiene que vivir en un bosque tenebroso solamente.
Este bosque es tan sólo un grupo de cuatro árboles antiquísimos, con las hojas ya grises y la corteza llena de savia amarilla y vieja. Pero las arañas guardan mucho cariño hacia esos árboles, por eso le dicen “el bosque”, y ellos entienden.
El grillito también vive en el bosque tenebroso, en una cuevita un poco lejos de las casa de las arañas. Se recuesta cansado, feliz de haber participado en el concierto. Las arañas saben y entienden, pero los que sonríen son los árboles.
Las que nos sonríen son las hormigas, ya que estando cómodas en sus hormigueros no se preocupan por nada, y por eso no entienden cuando las arañas, apiadándose de ellas, les dicen “cronopio, cronopio”.
Éstas son las cosas que pasan todos los días ante nuestros ojos, y muy pocas veces nos damos cuenta. Es por eso que lo ideal sería que las salas sin tiempo fuesen consumidas por el fuego del caos, y explotasen, las maderas volasen y cayeran en muchos lugares distintos, para que así todos tengamos aunque sea una astillita a la que podamos decirle cosas lindas.
Y es por eso que llora el sol: porque no tiene nada.
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